Peticiones
Expresas deseos que, de tu boca, como gotas calientes de saliva, caen sobre mi pene erectísimo. Es la cúspide de mi cuerpo que tanto persigue darse al tuyo. Y esas gotas-peticiones, presos animales que tu palabra liberó de las mazmorras del deseo, han cruzado el cielo de mi mente siendo eléctricas centellas y, como una estampida de caballos, me han atravesado hasta él —huelo en la lubricación de tu piel un presagio de zozobra tierna y mojada—, hasta esa cúspide de mi cuerpo que tanto persigue darse al tuyo. Su brillo, entonces, a ti se deberá.