Solos (I)

Es una extraña forma de no ser, porque no es nada. Solo un lugar plano, vacío.  Encajonados entre otras paredes, parece que tuvieran algún tipo de abrigo, de condición cúbica, que les confiere cierta apariencia de ser. Si admitiéramos que la superficie sobre la que nos movemos es la piel del planeta y que, como tal, no pertenece a nada, el solar solo sería una determinada cantidad de masa gaseosa.
Camino y me subo las solapas del abrigo. Hace frío, cae una llovizna helada. Me vienen a la mente desamparo y desolación. Desolación, eso tiene el solar, valga la redundancia. Solo una apariencia de ser. Y, mientras tanto, espera, si se puede decir eso. La hierba crece como en los prados, y, como en los prados, sobre ella cae la lluvia -esta fina lluvia helada-, o la escarcha. Todos tienen en común unas badiladas de ceniza, que son como un certificado de inutilidad, de nada y de nadie, y por eso mismo lo visitan los gatos, que no son de ningún sitio. Alguna madera carcomida y un cascote que asoma como una quijada blanca.