Por azul tu color
Desde que me has abrazado por detrás y tus manos han revoloteado como pájaros de risa en mi pecho, en mi estómago, he sabido que llevabas un abrigo azul, que tu pelo era negro y que tus ojos también. Desde que te he palpado, echando mis manos atrás, y he acariciado, torpe, tu espalda, lo he sabido, no me preguntes por qué. Porque era un sueño de calidad inconsistente. Porque no he escuchado tu risa ni tu palabra ni nada parecido, sólo el latido de tu corazón en mi omóplato y he sabido —por azul tu color, naturalmente—, que eras tú.